Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna
Reflexiones sobre las lecturas del XXVI domingo del tiempo ordinario (27 de septiembre, 2020): Ezequiel 18,15-28; Salmo 24; Filipenses 2,1-11; Mateo 21,28-32
MISSIO ofrece "Predicando Misión," como una ayuda de homilía, que proporciona conexiones a la misión a partir de las lecturas de los domingos, los Días festivos y los Días Santos.
La invitación de hoy también será mantenernos atentos a nuestra propia práctica religiosa...
Llegamos al domingo XXVI del tiempo ordinario y último domingo del mes de septiembre. La liturgia de la palabra de hoy nos trae lecturas que nos ayudaran a reflexionar sobre ciertas actitudes ante la salvación y la conversión.
La invitación de hoy también será mantenernos atentos a nuestra propia práctica religiosa, a que esta esté en sintonía con nuestra propia manera de juzgar las acciones que realizamos en la vida en familia, en comunidad y en la sociedad. A no creernos así mismos salvados y ser incapaces de seguir escuchando la voz de Dios y cambiar para responder a las nuevas realidades que se nos presentan.
La primera lectura del libro del profeta Ezequiel se da el contexto del destierro a Babilonia. El profeta llama al pueblo a poner atención a la realidad que se está viviendo. La situación es verdaderamente precaria y confusa pues Israel se encuentra sin sus líderes que han sido obligados a marcharse a tierras lejanas. En medio de esta situación Ezequiel llama al buen juicio. Invita al descernimiento a poner atención a las acciones que se están realizando. A la práctica del derecho y la justicia.
Pablo en la segunda lectura, de la carta a los Filipenses nos presenta el reto de la conversión desde dentro de la comunidad. Las acciones y actitudes a las que invita el apóstol son las únicas que validan las prácticas de nuestra fe: El amor incondicional por las personas, especial las que están excluidas de nuestros ambientes sociales y económicos. La invitación de Pablo es a contrastar nuestra práctica religiosa a la luz de estas prácticas de Jesus, quien siempre actuó con misericordia.
En la lectura del Evangelio de Mateo, Jesus nos propone una parábola, donde denuncia y pone al descubierto a aquellos que públicamente se comprometen a ser discípulos del señor, pero que son incapaces de actuar de acuerdo con esas palabras. Actitud que contrasta con los que, aunque parecen negarse a llamarse “discípulos de Jesus” terminan dando lo mejor de ellos para construcción del Reino del Padre.
En esta parábola queda claro que la conversión no es solo la realización de solemne proclamas o acciones piadosas, sino de un llamado impostergable al discernimiento, a la justicia y al amor.
Señor, que quieres darte a conocer como el Padre misericordioso que nos perdona y nos da siempre una nueva oportunidad; derrama incesantemente tu amor sobre nosotros para que, renovados por tu amor, vivamos siendo siempre coherentes con el “sí” que te hemos dado. Por Jesucristo quien vive y reina pro siempre.