Este es mi Hijo amado
Reflexiones sobre las lecturas de la transfiguración del Señor (6 de agosto, 2018): Dn 7,9-10.13-14; Salmo 96; 2Pe 1,16-19; Mc 9,2-10
MISSIO ofrece "Predicando Misión," como una ayuda de homilía, que proporciona conexiones a la misión a partir de las lecturas de los domingos, los Días festivos y los Días Santos.
“Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.”
La fiesta de la transfiguración de Jesus, nos trae el testimonio de los primeros discípulos por medio del evangelista Marcos, centrado en la fe en Jesus que estos compartieron a las comunidades, un testimonio de fe lleno de esperanza. Reflexionemos entonces en este suceso histórico de salvación, que también fue incluido por el Papa San Juan Pablo II como el cuarto misterio luminoso en la oración del rosario.
Transfigurarse, etimológicamente viene del latín “Transfigurare” que significa: “hacer cambiar de aspecto.” La transfiguración de Jesus, es el momento en el tiempo donde Jesus se transforma y muestra su presencia de divina a sus discípulos en el monte Tabor. Estos ya habian compartido con al hombre-Dios, este momento de “transfiguración” Jesus les muestra el Dios hecho hombre. Él les muestra su gloria, les asegura que en él se cumplirán las promesas del Antiguo Testamento, los profetas Elias y Moisés al estar presentes lo certifican. Dios Padre, también se deja escuchar: “Este es mi hijo amado: escuchadlo.” Para reafirmar su relación con Jesus y a la vez, reconfirmar la misión que le ha encomendado.
Pedro en su segunda carta, a su vez, también nos da testimonio de su experiencia con Jesus el Dios y hombre al comentarnos: “Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza.” Esta es una de las maneras que los discípulos también transparentan y nos muestra su experiencia personal y comunitaria con Jesus, el Dios hecho hombre y reconfirman la misión que les dejo Jesus.
Que nosotros hoy que celebramos la transfiguración de Jesus, el Dios y Hombre, podamos renovar nuestra relación con él. Aceptando y/o reafirmando nuestro discipulado y misión a transparentar lo que Jesus ha hecho en nuestras vida personal y comunitaria y así poder llevar la alegría del evangelio a quien más lo necesite. Para así, ser signos vivientes de la cercanía de Dios a la realidad humana.