Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
Reflexiones sobre las lecturas de la Solemnidad de la anunciación del Señor - (25 de marzo 2022): Is 7,10-14; 8,10; Salmo 39; Heb 10,4-10; Lc 1,26-38
MISSIO ofrece "Predicando Misión," como una ayuda de homilía, que proporciona conexiones a la misión a partir de las lecturas de los domingos, los Días festivos y los Días Santos.
Que, en esta cuaresma, al celebrar la anunciación del Señor, nos comprometamos a vivir...
“La virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros". La celebración de la anunciación es una solemnidad en la escala litúrgica de la Iglesia, su especial significado es también suficiente para tenerla presente en nuestro itinerario de fe, especialmente en nuestra vivencia de la cuaresma.
Proponemos aquí tres dimensiones desde las cuales podemos reflexionar esta historia de la anunciación del ángel a Maria: Primero, Dios se unió a nuestra humanidad creada. Durante el anuncio del ángel Gabriel, el cielo y la tierra guardaron un silencio profundo para esperar ese “SI” de Maria, su respuesta desencadeno la encarnación de Dios en el mundo. Esta encarnación es un reto para nuestras limitaciones humanas, pues por un lado nos deja claro el inmenso amor de Dios por nosotros y por otro, también su poder transformador. Una realidad divina que nos supera por mucho
Segundo, en Jesus: Dios se hace hombre, para que el hombre alcance a Dios. El mensaje que nos trae la anunciación es que nuestro Dios no solo se preocupa por nosotros, sino que, se ha hecho uno de nosotros, a través del anuncio a Maria y de su “si,” Dios se encarna en el mundo para enseñarnos cual es el mejor camino para llegar el.
Tercero, en Dios encontramos, nuestro origen y fin. Maria confiada y humilde, libre y obediente, es el prototipo de la mujer nueva, del discípulo que recibe la buena nueva de Dios. Quien no busca anular nuestra libertad, sino que nos invita a usarla para que libremente iniciemos un proceso de ser cada vez más como él nos pensó y que encontrándonos con él, nos encontremos con nosotros mismos. Este proceso que llamamos de conversión es continuo y en espiral; de dentro hacia fuera y viceversa. Convirtiéndonos en discípulos misioneros que ofrecen sus manos, sus voces y sus acciones para que la buena nueva sea conocida. Poniendo así nuestro ser en contexto de la misión y nuestra realización. Encontrando de esta manera la propia vocación: siendo protagonistas de un mundo que gira a ritmo del amor de Dios: La civilización del Amor.
Que, en esta cuaresma, al celebrar la anunciación del Señor, nos comprometamos a vivir este triple mensaje y proclamemos a todos que Dios es un Dios cercano que no solo cumple su palabra, sino que está siempre con nosotros, acompañándonos en nuestro discipulado misionero aquí y ahora para llevar la alegría de la buena nueva que da esperanza a todos, especialmente a los que están en las periferias.