Yo soy la puerta, yo soy el buen pastor
Reflexiones sobre las lecturas de Nuestra Señora de Fátima (13 de mayo, 2019): Hechos 13,14.43-52; Salmo 99; Apocalipsis 7,9.14b-17; Juan 10,27-30
MISSIO ofrece "Predicando Misión," como una ayuda de homilía, que proporciona conexiones a la misión a partir de las lecturas de los domingos, los Días festivos y los Días Santos.
"Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con Espíritu Santo." La primera lectura de la liturgia de hoy nos presenta por medio del libro de los Hechos de los apóstoles, un episodio más en el cual podemos darnos cuenta de la relación directa de la comunidad, su fe y celo pastoral, (o sea sus ganas de pasar la experiencia del resucitado a otros.)
El Espíritu actúa, mandándolos y ensenándoles que no hay frontera para su acción. Creer en el resucitado es un don universal. Las bendiciones que llegan de este encuentro con el resucitado y la fe que nace de aquí, han impulsado a la comunidad eclesial y a la misión de llevar este mensaje de esperanza, desde el principio.
Con la afirmación que Jesus hace al decir: “Yo soy la puerta y el buen pastor,” en el evangelio de Juan hoy, nos muestra su verdadero ser. Él está con Dios, es más él es el mismo Dios, verdad que los primeros discípulos fueron descubriendo poco a poco en su vivencia y reflexiones. La virgen Maria, la madre, hija, esposa y discípula, descubrió esta verdad que Jesus afirma en la misma convivencia con él. Dedicando su ser a dejar saber a los apóstoles y demás discípulos esta buena nueva.
Hoy que celebramos a nuestra Madre Maria, bajo la advocación de la virgen de Fátima, debemos de renovar nuestro reconocimiento al rol de intercesión que siempre la virgen Maria a jugado en nuestra comunidad desde antiguo.
Hoy nos unimos al mensaje que Maria de Fátima nos dejó a través de los santos niños videntes y a la voz del Papa Juan Pablo II quien nos compartió estas palabras en 1987, invitándonos a seguir la voz materna y apremiante que nos dejó la virgen Maria en Fátima:
“Desde su santuario de Fátima, María renueva todavía hoy su materna y apremiante petición: la conversión a la Verdad y a la Gracia; la vida de los sacramentos, especialmente la Penitencia y la Eucaristía, y la devoción a su Corazón Inmaculado, acompañado por el espíritu de penitencia"
Que ella la Madre del Evangelio viviente, siga intercediendo por nosotros, que como mujer de fe siempre sea un punto de referencia para todos nosotros los discípulos misioneros. Que ella nos inspire al ejercer la misión, a seguir creyendo en lo revolucionario de la ternura y el cariño.