Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él
Reflexiones sobre las lecturas de IV Domingo de Cuaresma (11 de marzo 2018): 2 Crónicas 36, 14-16. 19-23; Salmo responsorial 136; Efesios 2, 4-10; Juan 3, 14-21
MISSIO ofrece "Predicando Misión," como una ayuda de homilía, que proporciona conexiones a la misión a partir de las lecturas de los domingos, los Días festivos y los Días Santos.
Las lecturas de este domingo le dan seguimiento a la jornada del pueblo de Dios en la historia de salvación, llegando al libro de Crónicas, donde el escritor sagrado hace una clara denuncia, declarando también sus consecuencias: Denuncia, La infidelidad de los sacerdotes y del pueblo de Israel a Dios, por medio de unirse a “las costumbres abominables de los gentiles” y “por burlase de los mensajeros de Dios y despreciarlos.” Proclama el destierro, como consecuencia del alejamiento de Dios y también como una oportunidad de purificacion y conversión, dejando entrever que siempre hay espacio para aquel que es fiel y se reivindica con el Señor Dios y acepta su llamado de atención y renueva su pertenencia como parte del pueblo de Dios.
Pablo a través de su mensaje a los Efesios nos habla del Dios misericordioso que por medio de Jesus nos salvó de la muerte por el pecado y nos da nueva vida, por medio de su resurrección. Jesus vivo y glorificado nos salva mediante su gracia y nos invita a ser sus testigos y sus discípulos en el mundo
En el evangelio de Juan, se nos presenta el final del dialogo entre Jesus y Nicodemo, un fariseo que lo reconoce como enviado de Dios y por lo tanto lo busca y le hace preguntas, preguntas por las cuales obtienen de Jesus, la explicación de su propia procedencia y la razón de su misión, invitándolo a creer a él y acercarse a la luz para “que se vea que sus obras estand hechas según Dios”
Que en esta cuaresma, al igual que al pueblo de Israel, el reflexionar en nuestra propia historia de salvación y entablar un dialogo con Jesus, como Nicodemo, nos ayude para a “regresar a Dios o nacer de nuevo” con la seguridad de las palabras de Pablo, de que Dios, es un Dios misericordioso, quien nos mandó a su Hijo único, Jesus, quien al morir y resucitar, nos regala vida nueva, bajo la acción de su espíritu, quien todo renueva y nos lanza a la misión para compartir esta buena nueva “en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en él se difunda en cada rincón de la tierra.” (EG #19)
