Una invitación para cada uno de nosotros a acercarse a Jesús
Reflexiones sobre las lecturas del Domingo de ramos (14 de abril, 2019): Isaías 50,4-7; Salmo 21; Filipenses 2,6-11; Lucas 22,14–23,56
MISSIO ofrece "Predicando Misión," como una ayuda de homilía, que proporciona conexiones a la misión a partir de las lecturas de los domingos, los Días festivos y los Días Santos.
“Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
Lucas, nos presenta en todo su evangelio el amor infinito de Dios que se ha manifestado en Jesucristo, es por esa razón que es considerado el evangelista de la misericordia. Lucas sabe percibir como ninguno, la sensibilidad del amor del Padre, que se expresa de manera especial entre los pobres, entre los que sufren y entre los marginados. Es por esa razón que en su evangelio se puede constatar la preocupación de Jesús por los débiles, las viudas, los huérfanos, las mujeres y los pecadores.
En la narración de la pasión, Lucas, primero nos vuelve a presentar, la imagen de Jesus, como siervo doliente en relación a su padre misericordioso. Especialmente en los momentos de oración o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento.
En segundo lugar, Lucas no pone atención en los aspectos negativos y crueles de la cruz, sino, nos pone en contacto con ella como verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento. Lucas nos quiere comunicar el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos nosotros.
Tercero, Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aun en el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión también reconoce su inocencia. La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido esto, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.
Este relato de la pasión es hoy una invitación para cada uno de nosotros a acercarse a Jesús, a seguirlo con nuestro propio discipulado misionero, a llevar con él la cruz de cada día. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz. ¡No nos dejemos robar la buena nueva de la cruz! ¡Muramos hoy con el al pecado, para resucitar a la gracia y a la vida y permitir que el siga viviendo en medio de nosotros!