La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular
Reflexiones sobre las lecturas del cuarto domingo de pascua (22 de abril 2018): Hch 4,8-12, Salmo 117, 1Jn 3,1-2, Jn 10,11-18
MISSIO ofrece "Predicando Misión," como una ayuda de homilía, que proporciona conexiones a la misión a partir de las lecturas de los domingos, los Días festivos y los Días Santos.
El pasado domingo reflexionábamos en el hecho de ser testigos de la resurrección, este cuarto domingo de pascua “el buen pastor” que es Jesus, nos guía por una reflexión para fortalecer nuestra jornada como discípulos/testigos del resucitado.
La primera lectura de los Hechos de los apóstoles nos presenta a Pedro defendiendo la predicación y sanaciones realizadas. El aprovecha el momento para decir que todo lo realizado es en nombre de Jesus resucitado; y también, les recuerda a los jefes de Israel, que Jesus es la piedra que ellos rechazaron y que, ahora, se ha vuelto la piedra la piedra angular de la comunidad. Finalmente, Pedro termina proclamando que “ningún otro, que no sea Jesus, puede salvar; bajo el cielo y que no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos."
En la segunda lectura, Juan en su primera carta, ratifica que la grandeza del ser humano se basa en que somo hijos de Dios, en que fuimos creados a su imagen y semejanza. Juan proclaman, que esta creación aún no se manifiesta en totalidad, pero cuando él (Jesus) se manifieste lo veremos tal como el es.
La lectura del evangelio también de Juan nos presenta a Jesus dejándonos saber que el “es”, este término “yo soy” hace referencia a Dios liberador en tiempos de Moisés en Egipto. Jesus al proclamar “yo soy el buen pastor” nos deja lo que es un buen pastor y también, cuál es lo opuesto a esta misión. La diferencia es clara. Ser un buen pastor a ejemplo de Jesus es la vocación de todo discípulo del resucitado. Los falsos pastores se apacientan a sí mismos. Los buenos pastores, dan la vida por sus ovejas.
Que en el encuentro pascual con Jesus, el buen pastor, podamos imitarlo y tomar nuestro propio llamado a ser hombre y mujeres dóciles al espíritu, seguidores del buen pastor, para cuidar entre todos de las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño. Que la luz de la resurrección que disipa toda oscuridad, se renueve nuestro discipulado y se fortalezca nuestra misión.