¡A ti Señor Levanto mi alma!
Reflexiones sobre las lecturas de la Conmemoración de los fieles difuntos (2 de noviembre, 2018): Job 19,1.23-27a; Salmo 24; Fil 3,20-21; Mc 15,33-39–16,1-6
MISSIO ofrece "Predicando Misión," como una ayuda de homilía, que proporciona conexiones a la misión a partir de las lecturas de los domingos, los Días festivos y los Días Santos.
Este dos de noviembre un día después de haber celebrado a los bienaventurados de Dios, los santos.
Fijamos nuestra atención en los que en el camino de la vida se nos han adelantado: ¡Nuestros fieles difuntos! Hoy los recordamos desde el corazón, donde la muerte física no puede quitarnos su presencia y donde el tiempo y el espacio se junta con la fe, la esperanza y el amor para crear un momento especial y orar en acción de gracias e intercesión a Dios por ellos y por su presencia en nuestras vidas, en nuestras familias y comunidades; en espera de verlos de nuevo.
Las lecturas de la liturgia de este día nos conducen, por medio de Job, la carta de Pablo a los Filipenses y el evangelista Marcos en esta conmoración: En la lectura del antiguo testamento, Job en medio del dolor, la humillación y el abandono. Seguro de que pronto moriría, pide a sus amigos que escriban su testimonio de fe y hace una afirmación clara, firme y certera de que después de esta vida vera a Dios con sus propios ojos.
En la segunda lectura Pablo, prisionero y cercano a su muerte, nos habla de la ciudadanía del cielo y de cómo nuestro cuerpo será transformado a semejanza del cuerpo glorioso de Cristo. Finalmente, el evangelio de Marcos nos presenta los detalles de la muerte y la resurrección de Jesus, dos momentos claves de su misión y cruciales para nosotros como discípulos del maestro. El significado de la cruz que era muerte, castigo y condenación es transformado por Jesus, al resucitar. La tumba vacía reafirma este triunfo y permite a los discípulos ser testigos del resucitado.
Recordemos y oremos hoy a nuestros muertos para que: Lejos de olvidarlos estén con nosotros nuestro caminar. Para que también la fe que nos dejaron se renueve en este caminar. Oremos también para que las faltas que pudieron cometer sean perdonadas por un Dios Padre que los ama, un Dios Hijo que los ha salvado y un Dios Espíritu Santo que los ha santificado. Hoy es el día para desearles a nuestros fieles difuntos lo que este mundo no puede ofrecerles: ¡Una eternidad frente a Dios!