Dense cuenta de lo que el Señor quiere
Reflexiones sobre las lecturas del 20 domingo del tiempo ordinario (19 de agosto, 2018): Prov 9,1-6; Salmo 33; Ef 5,15-20; Jn 6,51-58
MISSIO ofrece "Predicando Misión," como una ayuda de homilía, que proporciona conexiones a la misión a partir de las lecturas de los domingos, los Días festivos y los Días Santos.
El discurso eucarístico que se nos presenta hoy el evangelio de Juan está a continuación del discurso sobre el pan de vida presentado en domingos anteriores, en estos Jesus se presenta como pan bajado del cielo, enviado de Dios que da vida a los que creen en él, invitándolos a la aventura de ser su discípulo, para llevar este mensaje de vida que da esperanza: ¡Jesus es el verdadero Pan bajado del cielo!
Este discurso acentúa la realidad sacramental de la Eucaristía, ya que al “comer su carne y beber su sangre” recibimos la vida mediante una relación íntima con Jesus. Este misterio de la Eucaristía esta unido íntimamente a la cruz y está a la misión de Jesus: ¡Dar la vida por todos! Al reunirnos y comer su cuerpo convertido en pan y su sangre en forma de vino revivimos esta donación-misión de Jesus y somos enviados como su Iglesia a llevar este mensaje a las periferias más necesitadas.
El Papa Francisco en su exhortación apostólica La Alegría del Evangelio (#41), nos dice que esta misión recibida, se ve retada hoy con los enormes y veloces cambios; tanto culturales como tecnológicos y requiere de todos que le pongamos atención para llevar este mensaje que permita, al que lo escucha, ver y vivir su permanente novedad, en este tema el Papa Francisco, nos invita a recordar las palabras del Papa San Juan Pablo II: “La expresión de la verdad puede ser multiforme, y la renovación de las formas de expresión se hace necesaria para transmitir al hombre de hoy el mensaje evangélico en su inmutable significado”
La Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida de la comunidad de discípulos misioneros. Renovémonos hoy en esta fuente y mantengamos presente la invitación del Papa Francisco a tener “un corazón misionero” que sabe reconocer que la tarea evangelizadora se mueve entre los límites del lenguaje y las circunstancias y se hace débil con los débiles... para procurar comunicar mejor la verdad del Evangelio en contexto determinado, sin renunciar a la verdad y a la luz que puede aportar cuando la perfección no es posible.