Se humilde y alcanzarás el favor de Dios
Reflexiones sobre las lecturas del XXII domingo del tiempo ordinario (1 de septiembre, 2019): Eclesiástico 3,17-20.28-29; Salmo 67; Hebreos 12,18-19.22-24; Lucas 14,1.7-14
MISSIO ofrece "Misión en la Escritura" para alimentar un corazón misionero, proporcionando reflexiones sobre los temas misioneros en las lecturas de los domingos, fiestas y días festivos.
Llegamos al primer fin de semana del mes de septiembre y así al domingo XXII del tiempo ordinario. La liturgia de la palabra hoy nos trae pasajes bíblicos que nos proponen un tema central para la vida y en especial para los discípulos de Jesus: La humildad.
Nuestra manera de pensar y vivir, la búsqueda y lucha por puestos y un sentido equivocado de superación nos puede llevar a una compresión errónea de nuestra convivencia en nuestras comunidades. La primera lectura del libro del Eclesiástico nos invita a actuar con humildad frente a los demás y a la vez nos dice que reconozcamos la grandeza de Dios.
Mientras que en la segunda lectura de la carta a los Hebreos, Pablo nos presenta nuevamente a Jesus como mediador de la nueva alianza y nos recuerda que a diferencia del antiguo testamento, a través de Jesus, Dios ya no se presenta con señales de fuego, nubarrones, tormenta y estruendos; sino que con un rostro humano. Jesus es el mismo Dios en medio de nosotros.
En este contexto en el evangelio de Lucas, Jesus describe el reino de Dios como un banquete, Un banquete donde se invierte el orden humano de pensar y actuar. Una Banquete en el que Jesus nos dice que las personas que se enaltecen a sí mismas rompen el plan de Dios. Pues el único enaltecido debe ser él.
El tema de la humildad tiene que ver con nuestra relación con Dios y la actitud con los demás. Jesus es el ejemplo de humildad: No busco llamar la atención a si mismo, ni tampoco se sintió menos ante las autoridades políticas ni ante los sacerdotes y doctores del templo. Él tenía clara su misión y la realizo con fe, esperanza y amor.
La humildad nos lleva a reconocer nuestras virtudes y defectos, sin exaltar o menospreciarnos. También nos ayuda a defender nuestro valor y dignidad como hijos de Dios y a la vez sabernos dependientes de él. En términos de nuestras relaciones con los demás, la humildad nos ayuda a mejorarlas, pues tratamos a todas las personas por lo que son, no por su apariencia, ni por su dinero o posición.
Que Jesus quien nos llama a ser sus discípulos, nos ayude a ser humildes para que también seamos exaltados por él.