“Que la luz de Cristo resucitado y glorioso disipe las tinieblas de nuestro corazón y espíritu”
Reflexiones sobre de la vigilia pascual (11 de abril, 2020): Gen 1,1–2,2 /Sal 103/Gn 22, 1-18/Sal 15/Ex 14,15–15,1/Interleccional: Ex 15, 1-2.3-4.5-6.17-18/Is 54,5-14 /Sal 29.Is 55,1-11/Interleccional: Is 12, 2-3.4.5-6/Bar 3,9-15.32 - 4,4 / Sal 18/Sal 41/Rom 6,3-11/Sal 117 /Mt 28,1-10
MISSIO ofrece "Misión en la Escritura" para alimentar un corazón misionero, proporcionando reflexiones sobre los temas misioneros en las lecturas de los domingos, fiestas y días festivos.
El pasado mes de marzo, casi al termino de nuestra cuaresma, el papa Francisco en su homilía durante la bendición extraordinaria “Urbi et Orbi”, nos invitaba, en medio de la pandemia del coronavirus, a darnos cuenta como la Palabra de Dios nos llama a convertirnos, a volver al él. A la misma vez, nos recordaba que esta crisis mundial no es el momento del juicio de Dios, sino que un momento para nuestro propio juicio: “Este el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia el Señor, y hacia los demás.”
Llegamos así, en medio de esta situación sin precedentes en la historia moderna del mundo a la vigilia pascual, “La madre de todas las vigilias” en esta santa noche como Iglesia entera, y más que en otros tiempos, estamos “vigilado con esperanza” la resurrección de Cristo. Esta celebración nos da la oportunidad de experimentar nuestro discipulado en un contexto muy particular; el lucernario (fuego afuera de la Iglesia), la liturgia de la Palabra, la liturgia bautismal y la liturgia eucarística, nos hablan a cada uno, a cada comunidad, a cada país sobre una historia de salvación que nos lleva a la pascua de la nueva alianza, al triunfo de Cristo sobre la muerte.
Hoy más que nunca en nuestras familias y comunidades necesitamos que la bendición del fuego recién encendido y su luz vaya iluminando nuestra historia ayer, hoy y siempre. Que, de la tumba vacía, surja el resucitado que irradia la luz, luz que anuncia que podemos creer en la vida, que podemos encontrar el camino en la oscuridad, que la muerte no es la ultima realidad para el ser humano. Y así experimentar en nuestra propia vida la resurrección de Jesus que nos trae la salvación:
Ésta es la noche de la que estaba escrito:
“Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mí gozo.”
¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino!
Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo, y por la victoria de Rey tan poderoso que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero (pregón pascual)
