Vengan y síganme
Reflexiones sobre las lecturas del tercer domingo tiempo ordinario (26 de enero, 2020): Isaías 8,23b-9,3; Salmo 26; 1 Corintios 1,20-13.17; Mateo 4,12-23
MISSIO ofrece "Misión en la Escritura" para alimentar un corazón misionero, proporcionando reflexiones sobre los temas misioneros en las lecturas de los domingos, fiestas y días festivos.
La primera lectura de hoy del libro de Isaías se relaciona de manera directa con la lectura del evangelio de Mateo aludiendo a la zona geográfica donde Jesus se estableció. La segunda lectura de la primera carta de Pablo a los Corintios nos aclara como discípulos misioneros de Jesus, cual es la misión y nos recuerda que la unidad debe prevalecer en momentos de dudas y divisiones. Unidad basada en entendimiento de que no actuamos a título personal, sino enviados en nombre de Jesus. El salmo responsorial nos recuerda que “el Señor es nuestra luz y salvación” que en el debemos y podemos esperar.
"Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos." La llegada inminente del Reino de Dios, como una buena noticia que invita al cambio es el mejor el centro de la predicación de Jesus, Un anuncio urgente, profético y escatológico a la vez. Jesus anunciaba para motivar al cambio, para animar a la esperanza de lo que Dios estaba por hacer y de cómo cada uno puede participar en el mismo. Por eso, su mensaje era para conversión.
Jesus propone el cambio de vida con una doble acción. La primera activa, receptiva y de lucha: aceptar cambiar (convertirse) porque el Reino de Dios viene. La segunda resultado de la primera, siempre activa y de lucha, pero provocativa en la acción: Porque nuestra conversión es ya un signo de la llegada de este Reino, que llevara a otros a tomar esta misma decisión.
El mensaje de Jesus como buena nueva del Reino, adopta la práctica de llevar este mensaje transformador, iluminar corazones y abrir la visión de los demás, para que estos, a su vez, puedan entonces dedicarse desde su transformación personal a la transformación comunitaria en la familia, en el trabajo y finalmente en la sociedad. De esta manera, también, generar esperanza en cada uno, en la naturaleza y finalmente en Dios y su plan de salvación.
Que la celebración y reflexión que nos trae este domingo tercero del tiempo ordinario renueve en nosotros la llamada a la conversión que es la buena nueva que nos da Jesus y que esta conversión sea la base de nuestro discipulado misionero. Que llenos del Espíritu Santo vayamos a llevar esta buena a otros que están en las periferias de nuestra propia existencia.