Yo soy la voz que grita en el desierto: "preparen el camino del Señor”
Reflexiones sobre las lecturas del Tercer domingo de adviento (13 de diciembre, 2020): Isaías 61,1-2a.10-11; Interleccional Lc 1,46-54; 1 Tesalonicenses 5,16-24; Juan 1,6-8.19-28
MISSIO ofrece "Misión en la Escritura" para alimentar un corazón misionero, proporcionando reflexiones sobre los temas misioneros en las lecturas de los domingos, fiestas y días festivos.
Jesus no ofrece una felicidad sin sentido, que se acaba en un momento. Con Jesus se descubre que la vida tiene altos y bajos...
En este tercer domingo de adviento las lecturas de la liturgia de la palabra nos presentan al profeta Isaías quien desborda de gozo porque Dios lo envía en medio de su pueblo, que regresa del exilio a proclamar el año de gracia del Señor, dejándoles saber que Dios cumple lo prometido.
Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, nos enfatiza la alegría que se vive al consagrar nuestro ser y vida a Dios a pesar de las angustias, divisiones y retos que la vida en comunidad tiene. El apóstol nos invita a discernirlo todo y quedarnos con lo bueno. El evangelista Juan, nos presenta a Juan el Bautista, el profeta “de la transición” (él es el último profeta del Antiguo testamento y primero del Nuevo Testamento) proclamando su misión, y dejándonos saber que el Salvador viene detrás de él.
Los tres; Isaías, Pablo y Juan, se unen a Lucas en el salmo para dirigir su mensaje hacia la llegada del Mesías, Jesus y presentan a este como fuente de la libertad y la felicidad. Ellos descubrieron su llamado a través de varios sucesos de sus vidas. Tanto en el Antiguo Testamento, como en el nuevo, el llamado a compartir la buena nueva de salvación no ha sido fácil, pero si ha sido el camino donde para encontrarse con Dios y con uno mismo y así descubrir la comunidad como fuente de discernimiento y salvación.
Jesus no ofrece una felicidad sin sentido, que se acaba en un momento. Con Jesus se descubre que la vida tiene altos y bajos; sufrimientos, sacrificios y retos, logros y alegrías con los cuales conseguimos paz y gozo provenientes del crecimiento alrededor del amor. ¡Que grande es Dios al darnos una misión personal y comunitaria, compartir la buena nueva de salvación con los demás!
“Señor, que ves a tu pueblo esperando con gran fe la solemnidad del nacimiento de tu hijo, concédenos celebrar la obra tan grande de nuestra salvación con canticos jubilosos de alabanza y con una inmensa alegría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo. (De la liturgia de las horas)