¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?
Reflexiones sobre las lecturas del Domingo de ramos - (10 de abril 2022): Isaías 50,4-7; Salmo 21; Filipenses 2,6-11; Lucas 22,14–23,56
MISSIO ofrece "Misión en la Escritura" para alimentar un corazón misionero, proporcionando reflexiones sobre los temas misioneros en las lecturas de los domingos, fiestas y días festivos.
La semana santa es la semana de la pasión del Señor, es la semana que une el sufrimiento de Jesus a nuestra humanidad.
“He deseado enormemente comer esta comida pascual con ustedes, antes de padecer, porque les digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.” Llegamos hoy al domingo de Ramos, puerta de entrada a la celebración de la semana santa. Este año C leemos el relato de la Pasión del Señor según el evangelio de Lucas.
Cuando sufrimos, ya sea por alguna situación familiar, de trabajo o una enfermedad volvemos a darnos cuenta de nuestra propia fragilidad humana. Esta semana las lecturas nos estarán recordando y nos ayudarán a reflexionar sobre el sufrimiento y la muerte de Jesus.
El relato de la pasión de Jesus une su sufrimiento a nuestro sufrimiento, al sufrimiento de los más necesitados de misericordia en nuestra sociedad: al sufrimiento del pobre, del enfermo, del inmigrante, del que se encuentra solo. Hoy debemos ser conscientes a la vez de que somos frágiles, que también debemos ser solidarios con otros que sufren. Hoy como discípulos misioneros debemos de ser conscientes de nuestras limitaciones, sabernos que no tenemos todo en control. Hoy debemos experimentar con Jesus en la pasión, el abandono en la misericordia del Padre.
Como comunidad, ¿Dónde estamos experimentado dolor e impotencia?
En la familia, ¿Dónde estamos experimentado dolor e impotencia?
En nuestra realidad social ¿Dónde estamos experimentado dolor e impotencia?
La semana santa es la semana de la pasión del Señor, es la semana que une el sufrimiento de Jesus a nuestra humanidad. Démoselo la oportunidad a que nuestro dolor e impotencia se encuentre hoy con el dolor y la impotencia de Jesus en la pasión. Abramos nuestra vida y permitamos que esto pase, también comprometámonos a dejar este dolor en la misericordia de Dios, a crecer en solidaridad con Cristo y con nuestros hermanos, a ser protagonistas de la vida y no de la muerte. Protagonistas de la luz y no de la oscuridad; protagonistas de la paz y no de la injusticia que trae la guerra.
Proclamemos hoy con el salmista: ¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?! Con la seguridad que tenemos un Padre misericordioso, que irrumpe en la historia para caminar con nosotros.