Nosotros hemos comido y bebido con él después de su resurrección
Reflexiones sobre del domingo de pascua de resurrección (12 de abril, 2020): Hechos 10,34a.37-43; Salmo 117; Colosenses 3,1-4; Juan 20,1-9
MISSIO ofrece "Misión en la Escritura" para alimentar un corazón misionero, proporcionando reflexiones sobre los temas misioneros en las lecturas de los domingos, fiestas y días festivos.
Los apóstoles anunciaban una resurrección, no de alguien desconocido por el resto del pueblo, ellos anunciaban la resurrección del crucificado: Jesus, el hombre a quien las mismas autoridades civiles y religiosas habían rechazado, juzgado injustamente y condenado a muerte.
Ellos, anunciaban al Jesus que también, habían abandonado en el momento de su crucifixión. Momento en que todos se dispersaron, quisieron huir y olvidar, pues todo parecía concluir con su muerte.” A ese Jesus lo anunciaban ahora vivo, resucitado de entre los muertos.
En los discípulos ocurrió algo, una experiencia diferente, nueva y poderosa, que los transformo: Se encontraron con su maestro, crucificado, pero ahora resucitado. Así fueron llenos de una fortaleza nueva que llego desde lo alto y los movió a la acción. Llenos del Poder del Espíritu Santo, pudieron tener la seguridad de que “Jesus está vivo y no se quedó en la oscuridad de la muerte” y este anuncio no podía hacerse esperar para nosotros hoy:
¿La realidad que mundialmente vivimos nos ha acercado más a Jesus?
¿Esta realidad nos ha llevado a revisar nuestra vida y cambiar lo que necesitamos cambiar?
¿Hemos aprovechado la cuaresma, como “tiempo propicio” para reconciliarnos con nosotros mismo, con el prójimo, con la naturaleza y finalmente con Dios?
¿Estamos listos para que el Espíritu santo renueve nuestra fe en Cristo resucitado?
La experiencia de la resurrección cambio radicalmente la mente y el corazón de los discípulos, a partir de ese momento se dan cuenta que ellos mismos son protagonistas de la construcción de otra etapa de esta historia de salvación.
Celebremos la resurrección de Jesus y recibamos los dones que vienen de este momento glorioso. Tengamos la certeza interior y la convicción de que Dios actúa hoy como ayer y siempre. Llevemos en nosotros y en nuestro discipulado la resurrección, como un tesoro en recipiente de barro. Seguros de que daremos mucho fruto y que nuestra acción misionera no se pierde ni el tiempo, ni el espacio. Es el resucitado quien hace fecundos nuestros esfuerzos.
Vayamos entonces a nuestras comunidades junto a María, la madre y estrella de la nueva evangelización a vivir y llevar la buena nueva del resucitado. ¡Un anuncio lleno de alegría y esperanza en tiempos difíciles!