¿Qué debo hacer para ser santo?

¿Alguna vez has oído hablar de la Doctrina Social Católica?

¿Sabes lo que significan sus principios?

La Enseñanza Social Católica (ESC) presenta cómo los católicos entienden y viven para vivir vidas de santidad en la sociedad contemporánea y construir un mundo justo. ESC a menudo se describe como el secreto mejor guardado de la Tradición católica. Esas no son buenas noticias. Si es un secreto, incluso para muchos católicos, algo está mal.

Vemos esta realidad en la exhortación del Papa Francisco publicada el lunes para recordarles a los católicos su camino hacia la santidad. El llamado del Papa a la santidad ofrece formas prácticas de vivir mejor el Evangelio en nuestra vida cotidiana. Alegraos y Regocijaos también presenta desafíos inspirados que eliminan barreras para el crecimiento y revelan la riqueza de nuestra tradición. Por ejemplo, el Papa Francisco explica que nuestra responsabilidad sagrada de proteger la vida incluye a los pobres, a los inmigrantes, a los criminales, a los oprimidos y a toda la creación, así como a los niños en el útero. Todos estos son ejemplos de personas y grupos vulnerables en nuestra sociedad que no pueden pasarse por alto. 

Dos demandas importantes de este compromiso diario de amar que describe Francis y conceptos significativos en ESC son Solidaridad y Subsidiariedad. Estas dos actividades de oración a menudo son malentendidas y vistas como opuestas entre sí. Aunque estos enfoques para proteger la dignidad humana y buscar el bien común son distintos, no son esfuerzos opuestos. Solidaridad incluye subsidiariedad. Subsidiariedad incluye solidaridad. Operan en interacción mutuamente mejorada.

Solidaridad es, por encima de todo, una relación. Más que escribir cheques o protestas ocasionales, practicar la solidaridad significa encontrarse con los demás. Significa conocer personas diferentes a nosotros mismos y compartir sus dificultades así como sus alegrías, y compartir nuestras experiencias con ellos. Amar y estar con los demás es desear el bien de esa persona, pero no simplemente a través de pensamientos y oraciones. Ser solidario significa tomar medidas efectivas para alcanzar el suyo y el bien común. Como esfuerzo personal y eclesial, la solidaridad enfatiza las soluciones de toda la sociedad en nombre de los débiles. La subsidiariedad, por otro lado, busca el nivel más apropiado para resolver esas injusticias que causan sufrimiento humano.

La subsidiariedad es una forma de involucrar a las personas en los movimientos sociales y empoderarlos para que influyan en sus comunidades por el bien común, pero también para protegerlos de entidades más grandes que pueden no entender o valorar sus culturas locales. A veces, el nivel más apropiado para abordar una injusticia es tan local como la familia, una Iglesia local, un estado o un país individual. A veces incluso debemos abogar a nivel internacional. Vivimos en una comunidad global y somos una familia humana. No se puede poner primero solo una gente, lo que nos devuelve a la solidaridad.

Un erudito prominente explica la interacción de estos dos términos de esta manera: "La ética que pertenece a la unidad del cuerpo se llama solidaridad. La ética que pertenece al papel de las partes es la subsidiariedad. Y el bien del todo por el cual la solidaridad y la subsidiariedad se miden se llama el "bien común".

Todos debemos dar algo al bien común. Estamos llamados a responder a las injusticias de nuestro mundo con "hambre y sed de justicia". El Papa Francisco señala el Sermón del Monte  y las Bienaventuranzas como el "Gran Criterio" para el deber de los cristianos. La Doctrina Social Católica describe ese camino activo hacia la santidad, un camino que asegura que la "santidad" no es una palabra vacía.

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